Rosaura Ruiz, primera mujer que preside la Academia de las Ciencias

Milenio Semanal 5/mayo/2008 Héctor Rivera En México la ciencia parece ser una fe revelada. Lo mismo la educación. Hace unos días, el presidente Felipe Calderón ordenó a la secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, resolver el añejo problema que agobia a su área de desempeño. Le dio un mes de plazo. A punto de tomar posesión de la presidencia de la Academia Mexicana de Ciencias, el 8 de mayo, Rosaura Ruiz Gutiérrez, Doctora en Ciencias y Secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM, ofrece su diagnóstico, apegado a la más cruda realidad nacional y vinculado en último extremo con la actitud del gobierno, que restringe presupuestos a la educación, a la ciencia y a la tecnología. Habla también de los agobios y carencias, pero también de los anhelos y esperanzas de quienes se dedican en México a este quehacer. "Un rezago tan impresionante, tan intenso como el que existe en México en educación no se puede resolver en un mes, ni tampoco en un sexenio", asegura. Empapada en el tema, va al fondo del problema: "Hay un atraso tremendo que tenemos que ir resolviendo lo más rápido que se pueda, tenemos que empezar por formar a los maestros. Los maestros de primaria y secundaria, y también los de bachillerato, no tienen una formación adecuada para enseñar ciencias. Los resultados de exámenes como el de PISA y otros que hemos aplicado en la UNAM o en el Politécnico nos muestran que la educación en México tiene en general muy bajo nivel, pero particularmente la educación científica. Eso es muy significativo. Se vio que hay un problema en la lectura de comprensión. El examen de PISA busca conocer el nivel de los jóvenes de 15 años, de secundaria o de preparatoria, en matemáticas y en ciencias. Las preguntas están planteadas de manera que incluyen el contenido. No mide los conocimientos, pide un razonamiento con la información que se da en la pregunta. Es un examen que organiza la OCDE para los países que la integran". —¿Es el examen donde México quedó tan bajo que tuvieron que implementar una categoría por debajo del más abajo? —Sí, terrible. La calificación más baja era uno, y un porcentaje importante de niños mexicanos no la alcanzaba, entonces pusieron la cero para ubicamos. Algo que también es terrible es que no hay niños mexicanos que lleguen al nivel seis. Ni siquiera en las escuelas privadas que tienen fama de alto nivel. En Finlandia, por ejemplo, hay un número importante de niños que sí llegan a esta calificación. Dispuesta a buscar desde la presidencia de la Academia Mexicana de Ciencias, al lado de otras instituciones afines, los mecanismos que posibiliten el desarrollo de la investigación científica y tecnológica a partir del cumplimiento cabal de la Ley de Ciencia y Tecnología, que debiera implicar un mayor flujo de recursos económicos, la científica especializada en las teorías evolutivas asume que, en efecto, el problema de la educación en México va entreverado con el de la ciencia, en la medida en que no se puede hacer ciencia sin una buena educación. Próxima a cumplir 50 años de existencia en 2009, la Academia de Ciencias —explica—, tiene como funciones fundamentales la promoción del desarrollo científico en el país: "que en México se hiciera ciencia, que se crearan instituciones, que se crearan científicos, que se lograra un desarrollo en ciencia y tecnología y que se promoviera una mejor educación científica en el país". —¿Y qué se ha ganado en estos 50 años? —Se ha hecho algo. En México no había ciencia. La ciencia era una actividad como de hobby. Muchos médicos, ingenieros, inclusive sacerdotes, hacían investigación científica porque les gustaba, pero no era una actividad científica que aportara conocimiento, que diera bases para el desarrollo de la ciencia en México, no era institucional, no estaba financiada. En México hay un aparato científico pequeño, pero de gran nivel. Sin embargo, los recursos siempre son pocos. Gracias al trabajo de la Academia y de los científicos mexicanos hay ciencia en el país. Eso es un logro. —¿Cuál es la situación de la ciencia en México en la actualidad? —Hace poco nos invitaron a una reunión del grupo G8+5, que son los países más poderosos del mundo, los más desarrollados, con una base científica impresionante, de modo que Estados Unidos produce 38 por ciento del conocimiento científico del mundo y todo Europa produce otro tanto. Invitaran a México, a Brasil, India, Sudáfrica y China, como países emergentes que estamos haciendo un trabajo científico importante, al grado que nos ven como países que ya deberíamos ayudar a otros. Estamos en un punto en que las comunidades científicas del mundo nos están pidiendo que ayudemos, por ejemplo, a los países de Centroamérica, que tienen un desarrollo mucho menor que el nuestro. Somos una comunidad científica importante a nivel mundial, con reconocimiento internacional, pero también se percibe que somos una comunidad muy pequeña en relación con un país de 105 millones. El Sistema Nacional de Investigadores reconoce a 12 mil investigadores, más o menos un investigador por cada 10 mil habitantes, cuando otros países tienen 50 o cien investigadores por 10 mil habitantes. —¿Son graves las carencias? —En México tenemos instituciones que desarrollan ciencia, como la UNAM, el Politécnico o el Cinvestav; tenemos un desarrollo científico incipiente que si es apoyado puede despegar. Así nos ven en el mundo de la ciencia, como una comunidad que puede despegar. Pero necesitamos recursos. Una de las políticas que tiene que promover la Academia es lograr que se cumpla la Ley de Ciencia y Tecnología, que plantea que el gobierno debe dedicar al desarrollo científico y tecnológico el uno por ciento del PIB. Países como Estados Unidos le dedican el 3 por ciento de un PIB gigante. Nosotros no llegamos al uno por ciento. En el punto más alto en inversión llegamos al 0.4. Ahorita estamos en el 0.35. —¿Son prácticamente gastos de administración? —Mucho se dedica a administración y un porcentaje a ciencia básica. El año pasado se dedicaron 630 millones entre todas las instituciones del país que hacemos investigación científica básica, que incluye biología, física, química, pero también las áreas de humanidades. Es poquitito. Entonces la Academia tiene que defender que se cumpla la ley. Todas las instituciones quieren tener más dinero, entonces por qué no hacemos una propuesta al presidente de la República entre Conacyt, las principales instituciones de investigación del país y la Academia de Ciencias para ver cómo hacemos para incrementar el presupuesto de la ciencia de manera paulatina pata que en 2012 se esté cumpliendo la ley. —¿No hay otras vías de financiamiento? —Queremos trabajar en dos temas.  Uno, sobre presupuesto para ciencia básica, y otro a propósito de los recursos que se están dedicando por la vía de los estímulos fiscales a las empresas para que hagan investigación tecnológica. "Si México tiene un aparato científico pequeño pero de alta calidad, en desarrollo tecnológico prácticamente no tenemos nada. Tenemos muy pocas patentes, no las explotamos. Estamos de acuerdo en que debemos incorporar a los industriales, a los empresarios, para que ellos también aporten recursos a la transferencia de conocimiento científico para la fabricación de tecnología, como se hace en todo el mundo. De esta manera, las empresas pueden deducir de sus impuestos el dinero que gastan en desarrollo tecnológico, pero queremos que realmente le dediquen esos recursos. "Tenemos 600 o 700 millones de pesos para ciencia básica, o sea astronomía, geofísica, biología molecular, pero en cambio hablamos de 4 mil 500 millones de pesos de estímulos fiscales que se van a dedicar al desarrollo tecnológico. Es dinero que no vamos a recibir, es dinero que el gobierno no va a recibir de impuestos, y se los va a dejar para que hagan desarrollo tecnológico, pero los científicos mexicanos queremos ver que esos recursos se dediquen a ese trabajo y que además lo hagamos de manera conjunta. Queremos que se hagan proyectos en colaboración con la UNAM, el Politécnico, con las universidades del país. La investigación en México se hace 99 por ciento en instituciones públicas. Somos los que hacemos el conocimiento científico, mientras el sector privado produce más o menos el uno por ciento". —¿Se podría implementar una suerte de organismo fiscalizador? —Queremos que esos recursos se manejen de manera clara. Hicimos un acuerdo con el Conacyt para formar una comisión de gente de la Academia, de las instituciones principales de investigación científica en México, para ver cómo se van a usar esos recursos, porque el año pasado le deducen, por ejemplo, 550 millones a General Motors de México. Es dinero que no va a llegar al erario de México. A Chrysler de México, 196 millones; a Volkswagen, 128 millones; a Mexicana de Aviación, 57 millones. Son estímulos al desarrollo tecnológico, a la innovación mexicana. Queremos saber adonde fue ese dinero, si se produjeron patentes, qué tipo de desarrollo tecnológico se benefició. —¿Nadie lo sabe? —Yo creo que Conacyt sí sabe, pero nosotros queremos que la comunidad científica también lo sepa, porque tiene que tener acceso a esos fondos. Queremos que esos recursos lleguen a las instituciones de educación e investigación en el país, que se hagan convenios de colaboración con estas empresas, y que ellos contraten a científicos o tecnólogos mexicanos para que se desarrolle la ciencia mexicana. "Estas cifras de las que hablamos nunca las ha visto la ciencia mexicana. El país requiere de ese apoyo porque hemos perdido competitividad. Tenemos el lugar 52 de competitividad mundial. Hemos bajado porque en esta época son competitivos los países que introducen conocimiento a sus productos, que no los venden como materia bruta, como nosotros vendemos el petróleo, sin ningún aporte de conocimiento, porque lo mandamos al extranjero para que lo refinen. En suma, la comunidad científica mexicana, la Academia de Ciencias, estamos de acuerdo en que se dediquen estímulos fiscales para el desarrollo tecnológico del país, porque nos hemos quedado muy atrás. "El ejemplo de Pemex es muy claro. Resulta que no tiene la tecnología para explotar petróleo en aguas profundas. Petrobras sí la tiene, porque Brasil ha invertido en el desarrollo científico y tecnológico. Muchos queremos llegar al uno por ciento. Brasil ya llegó y ahora va por el 1.5. España igual, ya va por el dos". —¿Cómo se puede conseguir que esos fondos se apliquen efectivamente a donde deben ser aplicados? —Con una normatividad. Los científicos somos muy vigilados. Cuando presentamos un proyecto al Conacyt, debemos demostrar que tenemos el curriculum adecuado para hacer la investigación. Y el proyecto se evalúa con un gran detalle. Se deben justificar plenamente los recursos solicitados. Nosotros pedimos lo mismo: si se dan recursos, queremos que la gente que haga los proyectos sea gente calificada; queremos saber quién va a hacer el trabajo para Chrysler, o para Volkswagen, o para Mexicana de Aviación, y que tenga la calificación adecuada, porque es dinero mexicano. —¿Hay una propuesta ya de ese organismo fiscalizador? —La única propuesta que hay es la de una comisión tripartita entre Conacyt, la Academia y miembros de la comunidad científica, de instituciones como la UNAM, el Politécnico, etcétera, que vea cómo se van a normar esos recursos, cómo se van a distribuir, cómo se van a entregar y cómo se van a evaluar. Queremos participar. Si sabemos para qué quiere la deducción de impuestos una empresa, nosotros podemos decir si tenemos gente que hace esa investigación y podemos hacer un convenio entre una institución y esa empresa. La Academia, por ejemplo, tiene expertos en desarrollo tecnológico. —El gobierno tiene una mentalidad particular a propósito de la productividad de la ciencia; no la considera productiva, la ve como un gasto inútil, como la cultura... —La ven como un lujo. Alguna vez un político mexicano dijo que la ciencia es un lujo, y que México es un país pobre que no se puede dar esos lujos. Pero los científicos decimos siempre que es al revés: México es un país pobre porque no se invierte en ciencia. Los países desarrollados son los que han invertido en ciencia y en tecnología. "Hay una relación entre educación científica y desarrollo científico. Si no se tiene una sociedad culta, tampoco hay desarrollo científico. Hay quien dice que México es un país analfabeta científicamente y, en efecto, para la mayoría de la gente la ciencia no es parte de la cultura. No hay una cultura en torno a la ciencia". —De hecho es común la imagen fílmica del científico loco. En las películas de El Santo siempre hay un genio enloquecido con ideas de destrucción... —Sí, malo y diabólico. En cambio, Ciro Peraloca es un científico loco, pero bueno y productivo. Esto es importante porque los medios podrían contribuir muchísimo al desarrollo de la cultura científica. En la UNAM estamos pensando en hacer radionovelas sobre la vida de Darwin, por ejemplo. Ojalá hubiera interés también en las televisoras y en los periódicos. —¿Qué pasaría si se les diera el uno por ciento que marca la ley? —Universidades como las de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Tabasco tendrían investigación científica. Prácticamente no la tienen. Hay varios estados del país donde no hay desarrollo de la ciencia. No hay posgrados de calidad. Campeche, por ejemplo, no tiene doctorados reconocidos por el Conacyt. Tenemos una desigualdad impresionante en el país. En Jalisco no se sabe qué va a pasar con eso de que el gobierno le está dando el dinero a la Iglesia, en lugar de dárselo a las universidades. Es previsible que ahí pueda haber un rezago importante en educación y en ciencia, cuando el gobierno está dedicando los recursos a la Iglesia. Es gravísimo que se desvíen recursos públicos a la Iglesia en un país laico. Michoacán también está muy mal en desarrollo científico y educativo. Ningún estado está bien, ni siquiera el DF, a pesar de que concentramos aquí la mayor parte de la investigación científica del país. A mí me interesa mucho el trabajo en los estados. Tenemos que trabajar más con las universidades de los estados. —Siempre que se habla de ciencia se alude a los laboratorios, a los experimentos... —Yo quiero promover en la Academia también la presencia de las ciencias sociales. A veces se desconoce su importancia, pero cómo entender problemas como la migración o las bandas, que son temas fundamentales. —¿Es la primera vez que la Academia tiene una mujer en su presidencia? —Sí,y es algo muy notable, porque la mayoría de sus miembros son hombres. —¿Son muy machistas los científicos? —Yo creo que sí, son como todos. De hecho, yo creo que están cambiando, como están cambiando todos los mexicanos en los diferentes sectores con las nuevas generaciones, que son mucho menos machistas que sus padres y sus abuelos en general. Pero en los científicos por supuesto que hay machismo, sin embargo las mujeres nos hemos impuesto. No ha sido ninguna concesión.

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Publicado el 5 de Mayo de 2008 a las 11:28

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